martes, 6 de octubre de 2015

Crónica de una caída inesperada.


Agosto 20, 2015.

              Era un día normal. Fui por mi hijo a la escuela y al estarlo esperando, un par de mamás conversaban sobre las fiestas de cumpleaños de niñas. Luego salieron sus hijas y le dijo una a la otra que se le había caído un diente.

              En ese momento, me quedé pensando la edad de las niñas… seis años… Santi tiene… cinco…. ¡O sea que mi pequeño ya está por tener sonrisa de niño grande! Medité sorprendida y con un dejo de tristeza en mi corazón.

              Llegando a casa, mi hijo me pide que le revise su boca porque hay una molestia que no se le quita y le duele en un diente. Cuando abrió la boca, toqué con mi dedo el diente en cuestión y…. ¡Sorpresa! ¡Estaba muy flojo!

             Lo primero que me vino a la mente fue que un día antes la maestra me dijo que se había caído en el recreo pero que no se lastimó. Y empecé a culparme porque a lo mejor se había golpeado la boca y ya tenía 24 horas con el diente flojo y yo ni en cuenta (dándole al síndrome de mamá perfecta a quien no se le escapa nada).

             Posteriormente empecé a tocarle alrededor de la boca a ver si le dolía  o tenía algún moretón, pero no. En eso, repentinamente me vino a la mente la conversación de las niñas de la escuela… Y dije: ¡Noooo! ¡Mi hijo ya creció!

             En eso, recordé a una dentista conocida y le llamé para preguntarle sobre el tema, y me comentó que ya estaba en edad y para quedarme más tranquila sobre si era por el golpe o no, le mandara un video y fotos por el Whatsapp. Entonces, me percaté que tenía otros tres dientitos en la misma condición.

             Y efectivamente me escribió estas palabras: “No te preocupes, es parte de la erupción. Va bien. Está creciendo.”

             Otra vez esa idea de “está creciendo”, retumbaba en mi cabeza… Respiré, pero no había tenido tiempo de explicarle que se le caerían los dientes pronto, él sabía que pasaba, pero no cuándo.

             El pobre estaba asustado, pues no se lo esperaba tampoco, y mis amigas del estudio bíblico le mandaron audios para a animarlo con el famoso ratón de los dientes y comentándole que a todos los niños les pasaba.

             Luego, ese mismo día nos tomamos fotos con sonrisa con sus dientes todavía. 

            El primero cayó cinco días después del alboroto, y ¡se lo comió! Esperamos el segundo, y se lo volvió a comer! Ni cuenta se dio de que se le cayó. Solo recordó que tenía algo duro en la boca, se lo sacó y se lo volvió a comer. Este fue el 11 de septiembre.

            Así que hasta el tercero pudimos tener el tesoro, y se puso a llorar porque se asustó de verse un diente caído :D (16 Sep.)

           Puede parecer exagerado, pero cabe destacar que a mí nunca se me aflojó un diente, todos me los sacó una dentista, pues me salían por detrás de los de leche. Tengo todos con la raíz completa.

           Además, para mamá primeriza, con un pequeño esperado tanto tiempo, aceptando su paso por el jardín de niños y que pase todo tan rápido… ¡Wow! No hice más que parar, agradecer por lo vivido hasta el momento y  analizar si estoy aprovechando los minutos con él,  pues se irán pronto.

           A seguir jugando, platicando, orando, leyendo cuentos, paseando y viendo películas, atesorando cada cosa en mi mente y corazón, ( y si se puede, en fotos también). ;)


P.D. No dejé de pensar la reacción de mi papá si hubiera estado aquí en este acontecimiento importante para su nieto. ¡Seguro le hubiera comprado un regalo!



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