jueves, 19 de mayo de 2016

El llamado de Dios.


Mayo 15, 2016.

                Hoy fuimos a comer para festejar el Día de la Madre, y mi mamá le trajo a Santi un globo de helio para que me lo regalara que decía: “Mami te amo, eres la mejor”.


                Y empezó a jugar con él cuando llegamos a la casa, y después baja y me dice: “Mamá estoy emocionado, porque ese globo dice lo que siempre te digo yo”. Y luego empezó a llorar y me aclaró que eran lágrimas de felicidad. Y en eso yo lo abracé y añadió que también estaba muy feliz de haber tenido un buen abuelo, y que lo extrañaba mucho.

                Cabe aclarar que como estamos a unos días de su cumpleaños, trae muy presente al abuelo porque se encargaba de regalarle un gran pastel y llenarlo de juguetes.

                 Entonces siguió llorando y me pidió una foto del abuelo para tenerla en su cuarto porque quería tenerlo siempre presente. Luego tomé una que tengo en la entrada y le dije que esa se la llevara a su recámara.

                 Cuando subimos se la enseñó a su papá, le platicó lo que pasó y lloró de nuevo. Entonces le recordó versículos bíblicos sobre la vida eterna y que vamos a volver a ver al abuelo en el cielo, que la muerte era ganancia para los creyentes en Cristo.

                  En la mañana escuché un mensaje sobre Juan 14. Y le dije a mi esposo que le leyera ese pasaje.

No se turbe vuestro corazón; creéis en Dios, creed también en mí.
 En la casa de mi Padre muchas moradas hay;
si así no fuera, yo os lo hubiera dicho; voy, pues,
a preparar lugar para vosotros.
 Y si me fuere y os preparare lugar, vendré otra vez,
y os tomaré a mí mismo, para que donde yo estoy, vosotros también estéis.
Y sabéis a dónde voy, y sabéis el camino.
 Le dijo Tomás: Señor, no sabemos a dónde vas;
¿cómo, pues, podemos saber el camino?
 Jesús le dijo: Yo soy el camino, y la verdad, y la vida;
nadie viene al Padre, sino por mí.
Si me conocieseis, también a mi Padre conoceríais;
y desde ahora le conocéis, y le habéis visto.
Juan 14.1-7.

                Y nuestro pequeño de cinco años empezó a emocionarse con la morada que el Señor está preparando para él. Al llegar al versículo 7 le interrumpió y muy ilusionado y determinado dijo:

                -¿Sabes qué papá? Voy  ser Pastor como tú, pero voy a tener que aprender muuuchooos versículos ¿verdad?

                -Sí, pero tienes la ventaja que tú desde niño conoces de Dios y ya sabes varios, con el tiempo y cuando ya sepas leer, vas a ir aprendiendo más y de forma natural.

                -Me voy a estar 100 meses en México y luego me voy a ir a Estados Unidos a decirles que existe Dios a los de ese idioma, luego voy a estudiar francés para irme a Francia -explicó emocionado.

               ¿Por qué Francia? No lo sé. Solo le comenté: ¿Sabes que tenemos unos amigos allá que trabajan en una iglesia? Y contestó muy determinado: “No, pero entonces iré a ayudarles”.

               Y para finalizar dijo: “Abrácenme porque son muchas cosas las que voy a hacer…”

               ¿Qué puedo decir? Sabíamos que nuestro Padre Celestial tendría cosas grandes en su propósito en la vida de nuestro amado, desde su concepción, su nacimiento y a lo largo de su corta pero intensa vida.

                Pero sinceramente no pensé que lo tuviera claro a esta edad. Entendió el plan de salvación a los tres años. Nunca hemos dicho o insinuado nada sobre ser pastor, simplemente hemos enseñado los atributos de Dios con dedicación y teniéndolo presente en cada momento de nuestra cotidianidad.

                Oramos para que no deje su primer amor, que el Señor cumpla Su voluntad en él y le honre con su andar.

Bienaventurado el hombre que tiene en ti sus fuerzas,
En cuyo corazón están tus caminos.
Sal. 84.5.

Enséñame, oh Jehová, tu camino; caminaré yo en tu verdad;
Afirma mi corazón para que tema tu nombre.
Sal. 86.11.

El hace cosas grandes e incomprensibles,
Y maravillosas, sin número.
Job 9.10.

                Amén.


martes, 10 de mayo de 2016

La loca.



No sé de quién es esta historia, pero está hermosa y es muy real.
Disfrútala…

"Hace mucho, muchísimo tiempo, vivían en una aldea dos hermanas, dos mujeres jóvenes que no habían tenido la suerte de tener hijos ni hijas.
La gente murmuraba: Esas dos traen mala suerte. Una mujer sin hijos es fuente de desgracias para la aldea. Mejor es que se vayan...
Señaladas por la gente, las dos mujeres salían todo el día del pueblo y regresaban muy tarde, tratando de no ser vistas.
Un día en una de esas noches oscuras, llegó una anciana y tocó a la puerta:
Por el amor de Dios ¿me pueden dar algo de comer?
Pase, pase abuela. ¿Está cansada? Siéntese.
Le ofrezco una sopa caliente. ¡Oh! Está empapada por la lluvia. Venga, venga, tome esta ropa y esta manta...
Gracias... gracias....murmuró la anciana.
Las dos hermanas trataron a la anciana con amabilidad y disfrutaron de  que alguien viniera a visitarlas, aunque fuera una extraña. Y sucedió que cuando la anciana terminó de comer...
Hay mucho silencio en esta casa. Faltan risas y juegos. ¿dónde están sus hijos? , preguntó la anciana.
Nosotras no tenemos. Por eso no nos quieren en la aldea.
Pues... yo tengo una medicina para tenerlos. Les comentó contenta la anciana.
¿Una medicina?
Sí. Pero tiene sus riesgos, advirtió la abuela.
¿Quiere decir que podemos enfermar y hasta morir?
Díganos, por favor ¿qué nos podría pasar si la tomamos?
Bueno. Es que después de haber dado a luz, la madre se vuelve loca. Les advirtió la anciana.
¿Loca?
Sí, así es, sonrió la abuela.
-No me importa lo me pase. Yo sería muy feliz teniendo un niño o una niña. Y criarla y dejarla en esta tierra que amo.
-Pues yo no. Yo no quiero enloquecer y enfermar por un hijo.
La anciana dio la medicina sólo a la mujer que se la pidió. Y se fue.
Años más tarde, la anciana regresó al pueblo y fue a visitar a las dos hermanas.
La hermana que tuvo el bebé, dijo:
Es Lucerito, mi pequeña hija.
¡Es muy linda tu hijita! Le respondió la abuela.
La mujer que no quiso tener al hijo, le reprochó a la anciana : Abuela, ¿por qué nos dijo que quien tomara la medicina se volvería loca? Mi hermana la tomó, tuvo una hija y no enfermó.
Ah, le dijo la sabia mujer: Volverse loca... yo no quise decir que se convertiría en una persona que anduviera por la aldea rasgándose las ropas, hablando sin sentido o con la mirada perdida en las nubes...
¿Y entonces?
La abuela sabia precisó: Una mujer que da a luz un niño o una niña va a gritar, llorar y a reír sin parar. Sufrirá por su criatura y será feliz sin límites. Le hablará, le castigará para luego abrazarle y cantarle, le amará más allá de su vida...
Eso es ser madre... y volverse loca."

¡ Feliz Día de las Madres!
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