lunes, 25 de julio de 2016

Algunas consideraciones sobre nuestras palabras...


          Dicen por ahí que “con la lengua se tropieza más seguido que con los pies”.

          Las mujeres tenemos fama de parlanchinas, nos encanta platicar con otras personas por horas enteras. En promedio pronunciamos 25 mil palabras diarias conectadas a personas y emociones.

          Los varones dicen 12 mil en el mismo lapso y relacionadas con las personas mientras laboran.

          No en vano la Biblia tiene bastantes referencias en cuanto a nuestras palabras, que aplican a hombres y mujeres de todas las edades. De ahí que nos pongamos atentos en esta área, pues nuestros hijos serán reflejo de la forma en que usamos nuestra lengua.

          Te dejo algunas consideraciones sobre el tema.

          Hay un tiempo específico para cada circunstancia.

tiempo de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Ec 3.7

           No todo en todo momento debemos estar hablando, dicho más directamente: “no hablemos solo porque tenemos boca”,  también hay que disfrutar del silencio o tal vez dedicar la atención a alguien que requiere desahogarse, escuchar implica esfuerzo y es provechoso:

Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír,
tardo para hablar, tardo para airarse;
St. 1.19.

          Escoge los temas de conversación.

          Aunque nos consideremos buenas conversadoras, no todo es susceptible de conversación y va la prudencia de por medio.

En las muchas palabras no falta pecado;
Mas el que refrena sus labios es prudente.
Prov. 10.19.

El que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre entendido.
28 Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.
Prov. 17.27, 28.


           Hay quienes acostumbran llamar a todas tus amigas para platicarles cada vez que se pelean con el esposo. Aun cuando se busque consejo en esta situación, es recomendable buscar específicamente para el tema a alguna mujer madura y piadosa que nos escuche o auxilie con su opinión.

          A veces las más descuidadas son las charlas sobre los hijos. Más de una ocasión he estado en pláticas de mamás o de familia extendida, donde empiezan los temas de la crianza y contamos las áreas débiles de los pequeños, propiciando así que sea etiquetado aun cuando mejore después, o los oyentes se tomen la atribución de opinar o intervenir cada que se les ocurra.

          Y en ocasiones los niños están por ahí y escuchan las conversaciones sobre ellos: “Es que está acomplejado por esto”, “todavía moja la cama”, “es malo para las matemáticas”… y otras más, que avergüenzan a los pequeños aun cuando ellos no digan nada. Te reto a que si estás en una situación así, observes el rostro de los niños y checa su carita apenada.

          Es bueno intercambiar experiencias, pero hay que cuidar los detalles.

         Analizar lo que escuchamos antes de contestar.

Al que responde palabra antes de oír,
Le es fatuidad y oprobio.
Prov. 18.13.

          Podemos lastimar o decir mensajes sin sentido, fundamento ni razón cuando oímos con falta de diligencia y no pensamos antes de hablar.

          Estar involucrados en una conversación implica nuestro tiempo, atención y respeto, es una responsabilidad.

En toda labor hay fruto;
Mas las vanas palabras de los labios empobrecen.
Prov. 14.23

Sea vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal,
para que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
Col. 4.6.

          Esforcémonos para que nuestros dichos sean para edificación y manifiesten la gracia de Dios en nuestras vidas y la comuniquen a los demás.


         Muchas gracias por leer.

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           Bendiciones.

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