Dicen por ahí que “con la
lengua se tropieza más seguido que con los pies”.
Las mujeres tenemos fama de
parlanchinas, nos encanta platicar con otras personas por horas enteras. En
promedio pronunciamos 25 mil palabras diarias conectadas a personas y
emociones.
Los varones dicen 12 mil en el
mismo lapso y relacionadas con las personas mientras laboran.
No en vano la Biblia tiene
bastantes referencias en cuanto a nuestras palabras, que aplican a hombres y
mujeres de todas las edades. De ahí que nos pongamos atentos en esta área, pues
nuestros hijos serán reflejo de la forma en que usamos nuestra lengua.
Te dejo algunas consideraciones
sobre el tema.
Hay un tiempo específico para cada
circunstancia.
tiempo
de romper, y tiempo de coser; tiempo de callar, y tiempo de hablar;
Ec 3.7
No todo en todo momento debemos estar hablando, dicho más
directamente: “no hablemos solo porque tenemos boca”, también hay que disfrutar del silencio o tal
vez dedicar la atención a alguien que requiere desahogarse, escuchar implica
esfuerzo y es provechoso:
Por
esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír,
tardo
para hablar, tardo para airarse;
St. 1.19.
Escoge
los temas de conversación.
Aunque nos consideremos buenas conversadoras, no todo es
susceptible de conversación y va la prudencia de por medio.
En
las muchas palabras no falta pecado;
Mas
el que refrena sus labios es prudente.
Prov. 10.19.
El
que ahorra sus palabras tiene sabiduría;
De
espíritu prudente es el hombre entendido.
28
Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El
que cierra sus labios es entendido.
Prov. 17.27, 28.
Hay quienes acostumbran llamar a todas tus amigas para
platicarles cada vez que se pelean con el esposo. Aun cuando se busque consejo
en esta situación, es recomendable buscar específicamente para el tema a alguna
mujer madura y piadosa que nos escuche o auxilie con su opinión.
A veces las más descuidadas son las charlas sobre los hijos.
Más de una ocasión he estado en pláticas de mamás o de familia extendida, donde
empiezan los temas de la crianza y contamos las áreas débiles de los pequeños,
propiciando así que sea etiquetado aun cuando mejore después, o los oyentes se
tomen la atribución de opinar o intervenir cada que se les ocurra.
Y en ocasiones los niños están por ahí y escuchan las
conversaciones sobre ellos: “Es que está acomplejado por esto”, “todavía moja
la cama”, “es malo para las matemáticas”… y otras más, que avergüenzan a los
pequeños aun cuando ellos no digan nada. Te reto a que si estás en una
situación así, observes el rostro de los niños y checa su carita apenada.
Es bueno intercambiar experiencias, pero hay que cuidar los
detalles.
Analizar
lo que escuchamos antes de contestar.
Al
que responde palabra antes de oír,
Le
es fatuidad y oprobio.
Prov. 18.13.
Podemos lastimar o decir mensajes sin sentido, fundamento ni
razón cuando oímos con falta de diligencia y no pensamos antes de hablar.
Estar involucrados en una conversación implica nuestro
tiempo, atención y respeto, es una responsabilidad.
En
toda labor hay fruto;
Mas
las vanas palabras de los labios empobrecen.
Prov. 14.23
Sea
vuestra palabra siempre con gracia, sazonada con sal,
para
que sepáis cómo debéis responder a cada uno.
Col. 4.6.
Esforcémonos para que nuestros dichos sean para edificación
y manifiesten la gracia de Dios en nuestras vidas y la comuniquen a los demás.
Muchas gracias por leer.
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Bendiciones.
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