martes, 14 de octubre de 2014

Prontos para oír.



Por esto, mis amados hermanos, todo hombre sea pronto para oír,
tardo para hablar, tardo para airarse; Santiago 1:19.

         Haré una serie de tres artículos respecto de esta valiosa porción bíblica. Son sermones que dio mi marido en la iglesia hace meses, que con su permiso los he adaptado para el blog, pues me parecieron enriquecedores.

         Entraremos con Prontos para oír.

         Pronto puede entenderse como listo, dispuesto o rápido.

         En el Diccionario de la RAE*, este mismo vocablo es veloz /Acelerado /Presto  /Anticipado.

         Oír es definido en la mencionada publicación como: Escuchar. / Prestar atención a lo que se oye. / Dar oídos, atender a un aviso, consejo o sugerencia.

         Alguien dijo que “escuchar es el acto más importante de la comunicación y probablemente al que menos tiempo dedicamos”.

         Otro versículo que habla del tema es:

El que tiene oídos para oír, oiga. Mt 13:9.

         ¿Será importante?

         En el Nuevo Testamento aparece en 397 ocasiones el vocablo escuchar.

         Veamos varios ejemplos:

 Ø Puedes leer en la siguiente porción que Jesús sabía escuchar (Lc. 24:13-35.)
 Ø En  Gn. 3:9-13, Dios se dio el tiempo para escuchar lo que Adán tenía para argumentar por haber caído en pecado.
 Ø Por su parte, en Gn. 30:6 Raquel se sintió escuchada:

Dijo entonces Raquel: Me juzgó Dios, y también oyó mi voz,
y me dio un hijo. Por tanto llamó su nombre Dan.

          Aunque aplicar el oído puede parecer una actividad muy sencilla, realmente es un trabajo duro.

          Actualmente, en el mundo tenemos un gran defecto: no saber escuchar.  Con el estrés al tope, se ha convertido en una actitud más importante que saber hablar.

         La mayoría de las veces es común que no prestamos atención y sólo parloteamos, sin atender el rumbo de la conversación e interrumpiendo la palabra del otro.

         Déborah Smith, en su libro “Confrontar sin ofender”, señala que “escuchar no es una actitud pasiva. Requiere un esfuerzo significativo para discernir lo que realmente se dice e incluso lo que no se dice.”

        El escritor francés Joseph Joubert afirma: «Si queréis hablar a alguien, empezad por abrir los oídos».

        Alguien más dijo que “el diálogo exige una actitud silenciosa de escucha atenta”.

        Es difícil poder decir algo válido al que habla con nosotros si antes no abrimos de par en par nuestros oídos para atenderlo. Exige dominio de uno mismo. Es un signo de sabiduría, implica atención al interlocutor, esfuerzo por captar su mensaje y comprenderlo.

        Las personas que solo hablan sin escuchar se quedan en un monólogo egoísta y fastidioso.

        Así que vamos llegando a la siguiente conclusión: Escucha más y habla lo necesario. Cuando escuchamos atentamente, aprendemos.

        El filósofo griego Zenón de Citium, solía decir a sus discípulos: «Recordad que la naturaleza nos ha dado dos oídos y una sola boca, para enseñarnos que vale más escuchar que hablar».

        Hoy, en nuestra vida de hiperactividad y  estrés, existe un gran falta de escucha atenta y serena, da la impresión de que cada uno va a lo suyo, sin importarle lo más mínimo la necesidad de receptividad que pueda tener el prójimo.

        El auténtico diálogo es una síntesis de apertura y disponibilidad para comprender.

        Te recomiendo el libro clásico de la literatura titulado “Momo”, de Michael Ende, que habla sobre el tema.

        Y aun te dejaré con un cuestionamiento: Si no escuchamos a quien vemos… ¿Escucharemos a quien no vemos?

-Edgar Beltrán. 



*Real Academia Española (RAE).

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