jueves, 29 de mayo de 2014

Yo también soy cualquiera.


Digo, pues, por la gracia que me es dada, a cada cual que está entre vosotros,
que no tenga más alto concepto de sí que el que debe tener,
sino que piense de sí con cordura,
conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno.
Rom. 12.3.

            Basado en el privilegio y la autoridad que Dios le ha dado al apóstol Pablo, nos hace un llamado a no creernos mejores de lo que realmente somos. En otras palabras, a no estimarnos demasiado, a abandonar la arrogancia y la soberbia.

Que te alabe otro y no tu propia boca;
que lo haga un desconocido, no tus propios labios.
Prov. 27.2 (NTV).

Yo aborrezco a la gente
que es orgullosa y presumida,
que nunca dice la verdad
ni vive como es debido. Prov 8.13b (TLA).

El autoconcepto, es un conjunto organizado y cambiante de percepciones que se refieren a sí mismo, que engloba características, atributos, defectos, límites y capacidades.

            Se origina desde los primeros años de nuestra vida, estableciéndose de manera más formal hacia los 7 u 8 años de edad, en donde se adquiere conciencia de los sentimientos de vergüenza y orgullo, y tienen una idea más clara de las diferencias entre culpa y vergüenza.

            Cabe destacar que esta idea de sí mismo irá evolucionando para bien o para mal según el tipo de crianza de los padres, el  nivel de dominio propio y de autonomía o co-dependencia.

            ¡Qué responsabilidad! Como padres formamos esas áreas fundamentales que influyen enormemente en la conformación de la identidad de nuestros pequeños hasta ser adultos. Incluyendo el caso del hijo único (que puede tener el “síndrome del niño emperador”), o aunque haya varios, tener preferencia entre los hijos, como pasó con
Jacob. Una persona que ha sido poco valorada por otros, también puede caer en soberbia para demostrar a otros que no es lo que piensan.

Nuestra arrogancia puede convertirnos en nuestros propios dioses, es el caso de los perfeccionistas como yo. Henry Cloud explica en su libro Cambios que Sanan, que “si exigimos perfección de nosotros mismos, no estamos viviendo en el mundo real. El yo real no es perfecto, es una verdad que todos debemos comprender. (…)Todos tenemos muchas imperfecciones, debilidad e inmadurez que no son nuestro ideal. Esa es la realidad.”

»Yo soy el Dios todopoderoso.
Ése es mi nombre.
No permito que otros dioses reciban
la honra y la alabanza
que sólo yo merezco recibir. Is. 42.8 (TLA).

Hay consecuencias bastante fuertes para esta actitud:

Al orgullo le sigue la destrucción;
a la altanería, el fracaso. Prov. 16.18. (NVI)

Auch ¡eso dolió!

Pero no hay que desanimarnos,  en la misma Palabra de Dios -que no solo prohíbe, sino da respuestas- señala cómo debe ser nuestra opinión de sí mismos: “con cordura“, que es tener la mente cabal, sobria, sana, prudente ‘controlada por unos determinados sentimientos, intereses, etc. que estimulan a inclinarse en una dirección específica’, tener un concepto estimativo sensato y equilibrado.

Aquí algunos tips para analizarnos, cambiar y lograr un equilibrio.

Ø  Observar y analizar la intención de la razón por la que hago ciertas cosas o me abstengo de ellas.
Ø  Checar si me agrada ser el centro de atención, en caso positivo, piensa por qué, qué sientes al hacerlo.
Ø  Revisar si a la mínima provocación te gusta alardear que conoces gente importante. Si sí, preguntarnos el motivo.
Ø  ¿Siento que siempre tengo la razón? ¿Por qué?
Ø  ¿Me gusta impresionar a otros? ¿Por qué?
Ø  Cuando hay problemas ¿veo solo lo negativo o doy alternativas de solución?
Ø  Si hago algo mal ¿culpo a otros, me justifico o asumo mi responsabilidad? ¿Por qué?
Ø  ¿Soy de las que ve el vaso medio vacío o medio lleno? ¿Por qué?
Ø  ¿Es difícil para mí relacionarme con otros? ¿Tengo miedo al rechazo? ¿Por qué?
Ø  Analizar si me gusta hacerme la mártir y la intención.

Este artículo está escrito por una persona que ha luchado muchos años con la soberbia. El Señor se ha encargado de ir moldeándome a lo largo ya de 14 años, de varias formas que Él sabe ha necesitado mi corazón. Hace unas semanas Dios ha regresado a esta área, por eso escogí este versículo para escribir.

 Lo “nuevo” es que me di cuenta que me justifico cuando me equivoco (juraba que yo no hacía eso), que tengo miedo al rechazo, que mi forma de hablar de otros es despectiva, que he desestimado los consejos de mi esposo, y la cereza del pastel, que yo también puedo ser distraída, y en cosas grandes, como chocar a otro auto.

Te contaré esta última. Venía en un crucero para llevar a mi hijo a la escuela hace poco más de un mes, y aun cuando vi que el auto de adelante avanzó, en lo que voltee a ver si yo también podía pasar, resulta que el auto de adelante se había parado, y le clavé los tornillos de mi placa en su defensa trasera.

No sabes lo humillada que me sentí, aun cuando vi que estaba entero el auto (y no quiero que parezca autojustificación), pasó por mi mente en tres microsegundos todo esto: “Ya entretuve a la persona que viene en ese auto; no sé a dónde vaya; si es importante lo que tiene agendado para hoy y por mi culpa no va a llegar; si me maltrata,  tiene razón, sentiré más horrible pero me lo merezco por tonta…”

Ante esta escena angustiante, Dios fue bueno, y salió un hombre como de mi edad,  salí del auto y  solo le rogué: “Perdóneme por favor, no ví que paró el auto”. Y me respondió increíble, misericordiosa y amablemente: “No se preocupe señora, estos incidentes pueden suceder a cualquiera.”

Esta frase, me retumbó hasta el alma “estos incidentes pueden suceder a cualquiera.”. “Yo también soy cualquiera, quién soy yo para no equivocarme y cometer errores”, pensé.

Esto que me pasó se llama aceptación, “es la respuesta al dilema de lo ideal en contraposición a lo real. Esa es la gracia” (Op. Cit.). ¡Me hace falta tanta gracia, aun para conmigo misma!

Mi tendencia natural es ser lo ideal, pero ya no soy más condenada por no ser perfecta, “ninguna condenación hay para los que están en Cristo Jesús” ( Rom. 8.1) . Si Él ya me aceptó así ¿por qué yo no? El autoconcepto correcto es el que Dios tiene de mí, con mis fortalezas y debilidades en un mismo paquete que se llama Jéssica.

Y el versículo que estudiamos hoy termina diciendo: sino que piense de sí con cordura, conforme a la medida de fe que Dios repartió a cada uno. F.F. Bruce, citado por M. Henry, comenta que es “el poder espiritual que se ha dado a cada cristiano al efecto de cumplir con su responsabilidad.”

Más bien, véanse ustedes mismos según la capacidad que Dios les ha dado como seguidores de Cristo”, dice la TLA. Si tengo algo bueno, es porque el Creador me lo dio para Su gloria, no para la mía.

“Pensamos que somos diferentes, mejores que otros, es porque somos objeto de Su gracia especial, a su gusto soberano, pero no porque seamos mejores” (E. Lutzer).

Así ha dicho Jehová: El que cae, ¿no se levanta?
El que se desvía, ¿no vuelve al camino? Jer. 8.4.

Tú, Señor, levantas a los que tropiezan,
y reanimas a los que están fatigados. Sal. 145.14.

Cuando a Dios le agrada la conducta de un hombre,
lo ayuda a mantenerse firme.
Tal vez tenga tropiezos, pero no llegará a fracasar
porque Dios le dará su apoyo.
Sal. 37.23, 24. (TLA)

Por Su gracia, (esta será mi firma desde hoy)…
Jéssica M. Jiménez Barragán.


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