Y
amarás a Jehová tu Dios de todo tu corazón,
y de
toda tu alma, y con todas tus fuerzas.
Y
estas palabras que yo te mando hoy, estarán sobre tu corazón;
y las
repetirás a tus hijos, y hablarás de ellas estando en tu casa,
y
andando por el camino, y al acostarte,
y
cuando te levantes.
Y las
atarás como una señal en tu mano,
y
estarán como frontales entre tus ojos;
y las
escribirás en los postes de tu casa, y en tus puertas.
Dt 6.5-9.
Es muy simple, no se puede dar lo que no se tiene. Si
no obedecemos a Dios, no le amamos, si no está la Escritura en mi corazón, si
no estoy convencida de su eficacia, no la voy a poder transmitir correctamente.
Primero debo cuidar mi relación con el Creador.
Una parte fundamental en la relación con nuestros
hijos, depende en gran manera del ejemplo que les demos cada momento, si no es
el adecuado, habrá contiendas en la familia y mensajes opuestos que los
pequeños ven agudamente y te lo harán saber.
Mi hijo ha sido un gran motor para algunos cambios que
me había resistido a hacer cuando no era madre. Pero con el paso del tiempo,
viendo ya esa personita que desde bebé escucha el tono de voz, que siente el
ambiente del hogar, puso un gran peso de responsabilidad en mi corazón para
cuidar aun detalles. Mi hijo ha sido mi gran maestro, mi mejor escuela de
integridad.
Desde el versículo 4 al 9, se le denomina el “Shema”, que en hebreo es “oír”. Esta porción se rectaba diariamente
como un credo por los judíos piadosos junto con Dt. 11.13-21 y Nm
15.37-41.
En este último pasaje me servirá para entrar más de
lleno al tema:
Entonces el Señor le dijo a Moisés:
«Da las siguientes instrucciones
al pueblo de Israel: en todas las generaciones
venideras harán borlas
al borde de su ropa y las atarán con un cordón azul.
Cuando vean las borlas, recordarán y obedecerán todos
los mandatos del Señor,
en lugar de seguir sus propios deseos
y contaminarse, tal como es su tendencia.
Las borlas los ayudarán a recordar
que deben obedecer todos mis mandatos y
ser santos a su Dios.
Yo soy el Señor su Dios que los sacó de
la tierra de Egipto para ser su Dios.
¡Yo soy el Señor su Dios!».
Sus vestiduras les ayudarían a “recordar que deben obedecer todos
mis mandatos y ser santos a su Dios”, (me encanta el sentido de
propiedad que el Creador siente de Su pueblo escogido).
Según comenta el escritor William MacDonald**, “Dios
quería que Su pueblo tuviera una condición moral correcta cuando entrara a la
tierra prometida. Para que disfrutaran la tierra como Dios deseaba, tenía que
ser un pueblo obediente”.
¡Qué simple, pero qué impresionante! Para poder disfrutar de la abundancia que el
Señor quiere ofrecernos, necesitamos cumplir Su voluntad, si queremos
disfrutar de una familia y de unos hijos que honren al Padre, hay que obedecer.
Y aquí inician las ideas para que los deseos de Dios
perduren:
© “Y las repetirás
a tus hijos,
© y hablarás
de ellas estando en tu casa, y
andando por el camino, y al acostarte, y cuando te levantes”.
El primer punto
se refiere a memorizar y enseñar principios espirituales a tus hijos, en
devocional familiar, con un tiempo especial que dediques a instruirles. Esto
implica administración de tus quehaceres diarios para prepararte y estudiar.
Y
cuando os dijeren vuestros hijos: ¿Qué es este rito vuestro?,
Ex 12.26.
Mañana
cuando te preguntare tu hijo, diciendo:
¿Qué significan los testimonios
y estatutos
y decretos que Jehová nuestro Dios os mandó?
Dt 6.20.
Desde
tu niñez conoces las Sagradas Escrituras,
que
pueden darte la sabiduría necesaria para la
salvación
mediante la fe en Cristo Jesús. 2 Tim
3.15 (NVI)
Encontré un dato interesante como método de enseñanza
en los tiempos del Nuevo Testamento. Cuando un niño acudía a la escuela por
primera vez, bajaba a la sinagoga y recibía una tableta untada de miel y con
pasajes de la Palabra escritos en ella. El niño tenía que reseguir las letras
en la miel con su pluma, y era natural chupar la punta de la pluma mientras
estaba en ello.
Parece que era una costumbre antigua a la que hace
referencia el rey David en este Salmo: *
La
reverencia al Señor es pura,
permanece para siempre.
Las
leyes del Señor son verdaderas,
cada una de ellas es imparcial.
Son
más deseables que el oro,
incluso que el oro más puro.
Son
más dulces que la miel,
incluso que la miel que gotea del panal.
Sal. 19.9-10 (NTV).
¡Qué hermoso! Hay que apasionarnos con ello, ser
creativas y el Espíritu Santo nos da la sabiduría y las palabras adecuadas
cuando queremos agradar al Señor.
Mas el Consolador, el Espíritu Santo, a quien el Padre
enviará en mi nombre, él os enseñará todas las cosas,
Jn. 14.26 a.
No hay pretexto, hay recursos atractivos y
gratis o baratos en las Sociedades Bíblicas y por medio de la web, para no ir
más lejos, en esta página de Ama a Dios Grandemente.
El segundo punto
implica el testimonio en todo momento de nuestro diario vivir. Mientras más nos
alimentemos espiritualmente, más deseosos estaremos de comunicar estas riquezas
a nuestra familia.
Por último, viene
el versículo 6.8, que manifiesta que aten los mandatos en la mano y en la
frente como un recordatorio.
La intención del
Señor fue que sus hechos (en la mano) y sus deseos (entre los ojos) fueran
controlados y tamizados por las Escrituras.
Cabe destacar que esta porción dio lugar a las filacterias,
que son tiras de pergamino donde se escribían preceptos de la Palabra de Dios,
los cuales se encerraban en cajitas que eran atadas al brazo izquierdo o en la
frente con lazos.
El concepto de filacterias se deriva del griego que
significa medio de protección, da la idea de recuerdo, memoria.
La costumbre de
llevar filacterias tuvo su origen en una interpretación literal de Éx. 13.9, 16 y Dt 6.8; 11.18, por parte de los fariseos en los tiempos de Cristo.
Finalmente, el versículo 6.9, señala: (estas palabras)
“las escribirás en los postes de tu casa,
y en tus puertas”.
Alguna vez leí que alguien
platicó que era bueno tener cuadros con los pasajes favoritos adornando la casa
de un creyente, pues era una manera de expresar su fe a otros y recordar
constantemente las promesas de Dios.
Nada
mejor que concluir con esta bella oración:
Me alegra seguir el camino
de tus testimonios
más que poseer muchas
riquezas.
Siempre medito en tus mandamientos,
y fijo mi atención en tus
sendas.
Concédele a tu siervo una larga vida,
y obedecer siempre tu
palabra.
Ábreme los ojos para contemplar
las grandes maravillas de
tus enseñanzas.
Sal.119.14,
15, 17, 18.
(RVC)
En nombre de Jesús, amén.
Fuentes:
* Nuevo Manual de Usos y Costumbres de los Tiempos
Bíblicos, R. Gower, Edit. Portavoz.
**Comentario al Antiguo Testamento. W. MacDonald,
Edit. Clie.
***Biblia.
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