miércoles, 15 de mayo de 2013

Mi legado



Prov. 31.28 a.-Se levantan sus hijos 
y la llaman bienaventurada;


Conozco testimonios de hijos (as) ahora jóvenes y adultos, que ni siquiera recuerdan su infancia,  otros que solo tuvieron muestras de cariño y palabras de ánimo solo cuando fueron pequeños, que sintieron que fueron una maldición para su madre, un estorbo para sus deseos personales, incompatibilidad total, que fueron tratados con hostilidad, palabras ásperas, gritos, actitudes iracundas, indiferentes a su vida, criticados todo el tiempo, que su madre los abraza el día de su cumpleaños y navidad...
Un legado es como un testamento, aquello que se deja o transmite a los sucesores, sea cosa material o inmaterial.
¿Te has preguntado qué legado sentimental o espiritual deseas dejar en tus descendientes? ¿Les has preguntado a tus retoños qué han aprendido de ti?
En el original, “bienaventurada” significa recto, estar estable, correcto, feliz, ir hacia adelante, ser honesto, prosperar (…)
El pasaje inicial me invita al dominio propio, a la integridad, a ser justa, transparente, temerosa de Dios, sabia, y que mi hijo se sienta amado por su madre y feliz siempre con una sonrisa y paz cuando venga yo a su mente.
Definitivamente no soy perfecta, ni estoy del otro lado, pero desde que tengo un hijo, siento una necesidad muy fuerte en  trabajar en mis áreas débiles para no marcar negativamente al regalo que Dios me ha dado… y ahí voy, los hijos son una desafiante escuela de la vida.
Me ha ayudado bastante que la cara de mi pequeño dice mucho (igual que la mía :p ) y me doy cuenta si lo estoy lastimando o poniendo triste con mis actitudes o palabras, de hecho, a sus dos años, ha aprendido también a expresar lo que le molesta: “mamá no me gustó lo que me dijiste”, según el caso, le explico, o de plano le pido perdón.
A mí me gustaría que Santiago  recordara los siguientes destellos de su madre:
v  Que sea una mamá con la que se pueda conversar.
v  Que sienta que es importante ponerle atención cuando hable.
v  Que sea sabia en darle consejos y recomendaciones, no juicios autoritarios.
v  Que sepa sembrar convicciones en su corazón.
v  Que sabe expresarle su amor y recibir el  amor de su hijo. Que se sienta muy amado.
 Hay mamás con personalidad evasora, que solo pueden dar, pero saben no recibir.
v  Que hayan sido compañeros dedicando tiempo en actividades que le agradan, ver la TV juntos, jugar, dibujar, cocinar…
v  Tratar de no andar “a las carreras con ellos” esto les estresa mucho.
v  Que guarde en su corazón los detalles de mamá, como prepararle un vaso de agua fresca luego de salir de la escuela, y llevarle galletitas cuando esté estudiando, mimarlo cuando está enfermo,  dejarle notitas…
v  Que sienta mi apoyo y presencia en tiempos de angustia.
v  Que le ayude a aceptarse a sí mismo como una creación de Dios única y especial y a descubrir sus talentos, dones y a emprender retos.
v  Que no sea quejumbrosa.
v  Que disfrute de la vida y tenga gozo.
v  Hacer agradable su estancia en casa, procurar un ambiente de armonía, felicidad, refugio y paz.
v  Que mis acciones digan más que  mis palabras.
v  Que sea su ejemplo de fe y confianza en el Señor.
v  Que transmita un corazón sensible al ver la necesidad de los demás.
v  Que fue “luchona”, fuerte, trabajadora, creativa y ocurrente.
v  Que se sienta orgulloso de su mamá.

        Encontré una hermosa frase que decía: “Las madres solas no existen. Las madres que han decidido amar a sus hijos jamás estarán solas.”
        Y creo que es verdad, si siembro una relación sana, no perfecta con mi querido,  llevará a mamá en lo más profundo de su corazón.

Prov. 31.29.- Muchas mujeres hicieron el bien;
Mas tú sobrepasas a todas.

Sal. 139.1, 2.- Oh Jehová, tú me has examinado y conocido.
Tú has conocido mi sentarme y mi levantarme;
Has entendido desde lejos mis pensamientos.

Ayúdame a ser de bendición al regalo maravilloso que me encomendaste y líbrame de ser de tropiezo para su vida, todo para tu honra y gloria. Amén.

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Desafío 3:


Escribe una carta a cada uno de tus hijos. Cuéntales detalles de su vida, cómo fue su nacimiento, anécdotas y recuerdos que estén grabados en tu memoria. 
Háblales también de cómo te sentiste tú, tus emociones. Cuéntales cuáles son tus anhelos como madre, tus sueños, tus objetivos, lo que esperas para su futuro. 
Compárteles tus oraciones por ellos, versículos que guían tu visión como madre. 
Puedes darles la carta el día de su mayoría de edad, de su matrimonio, o incluso guardarla para cuando tú faltes. 
Tómate un tiempo para hacer de este ejercicio algo especial, algo que atesoren cuando tú no estés. Que sea parte de tu legado.


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No olvides visitar a mis amigas:


El próximo tema es: Mamá sana, familia sana.



  

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