miércoles, 4 de marzo de 2015

Unos llegan, otros se van...



»¡Qué frágil es el ser humano!
¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades!
Brotamos como una flor y después nos marchitamos;
desaparecemos como una sombra pasajera.
Job. 14.1, 2. (NTV)

        Este fin de semana fue totalmente distinto al del año pasado. Ahora estuvimos de fiesta por el cumple de mi sobrino.

        En 2014, el sábado, como a la una de la tarde nos dieron la noticia de que era inminente la cirugía de mi papá a corazón abierto. Recuerdo que en minutos, mis hermanos y yo movimos cielo, mar y tierra para pedir ayuda para conseguir 10 donadores de sangre lo más rápido posible, pues su vida pendía de un hilo. El doctor nos dijo: “En cuanto consigan la sangre, opero.”

        Gracias a Dios, mi papá, que siempre ayudó a mucha gente, recibió su recompensa: más de 30 personas estaban al día siguiente en la sala de espera del banco de sangre del hospital. No se daban abasto para hacer los exámenes exploratorios. 

       Para mí, como hija, Dios me daba mucha alegría entre la penumbra, pues me conmovía ver la manera en que el Señor nos mostraba su amor a través de ellos, y que Él retribuía a mi padre sus buenas obras.

       Había varios que no podían donar, pero llevaron amigos que sí llenaban los requisitos para que lo hicieran. Fue hermoso, me sentí muy honrada y apoyada.

       El lunes, esperábamos al cardiólogo con la noticia de que la sangre estaba lista. Recuerdo su cara de sorpresa cuando nos escuchó.

       Unas semanas antes, en el sanatorio, mi papá preguntaba a cada rato cómo le festejarían  su primer cumple a Rafis. No quería que por él no hubiera pastel.

       Siempre estuvo pendiente de los cumpleaños de los hijos y de los nietos.

       Con un mes de antelación nos decía: ¿”Qué vas a querer para tu cumpleaños? Para que vayas pensando…”

       Qué decir para el cumple de su primer nieto, le mandó hacer pasteles enormes, aunque solo éramos siete. El último fue de Elmo. Y por supuesto, acompañado de una bolsa enorme llena de juguetes.


      ¡Cómo se gozaba al  festejarle el cumpleaños y verlo abrir cada uno de sus regalos!


      Cómo es la vida, un día estás, otro no,  un día con salud, otro en el hospital, un día de angustia y otro de felicidad…
   
Ocho semanas antes de su partida, con Rafis.
      Rafis, que irradia risa y espontaneidad, no tendrá foto de cumple con el abuelo… Unos llegan, otros se van…

nuestros años se esfuman como un suspiro.
Sal. 90.9b.

     …Ya le platicaremos a Rafis cómo le gustaba al abuelo celebrar la vida de sus hijos y nietos, y ya parece que lo escucho estallar con su risa cuando lo haga...

Lejos está lo que fue; y lo muy profundo, ¿quién lo hallará? 
Ec. 7.24.


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