»¡Qué frágil es el ser humano!
¡Qué breve es la vida, tan llena de dificultades!
Brotamos como una flor y después nos marchitamos;
desaparecemos como una sombra pasajera.
Job. 14.1, 2. (NTV)
Este
fin de semana fue totalmente distinto al del año pasado. Ahora estuvimos de
fiesta por el cumple de mi sobrino.
En
2014, el sábado, como a la una de la tarde nos dieron la noticia de que era
inminente la cirugía de mi papá a corazón abierto. Recuerdo que en minutos, mis
hermanos y yo movimos cielo, mar y tierra para pedir ayuda para conseguir 10
donadores de sangre lo más rápido posible, pues su vida pendía de un hilo. El
doctor nos dijo: “En cuanto consigan la sangre, opero.”
Gracias
a Dios, mi papá, que siempre ayudó a mucha gente, recibió su recompensa: más de
30 personas estaban al día siguiente en la sala de espera del banco de sangre
del hospital. No se daban abasto para hacer los exámenes exploratorios.
Para
mí, como hija, Dios me daba mucha alegría entre la penumbra, pues me conmovía
ver la manera en que el Señor nos mostraba su amor a través de ellos, y que Él
retribuía a mi padre sus buenas obras.
Había
varios que no podían donar, pero llevaron amigos que sí llenaban los requisitos
para que lo hicieran. Fue hermoso, me sentí muy honrada y apoyada.
El
lunes, esperábamos al cardiólogo con la noticia de que la sangre estaba lista.
Recuerdo su cara de sorpresa cuando nos escuchó.
Unas
semanas antes, en el sanatorio, mi papá preguntaba a cada rato cómo le
festejarían su primer cumple a Rafis. No
quería que por él no hubiera pastel.
Siempre
estuvo pendiente de los cumpleaños de los hijos y de los nietos.
Con un mes de antelación nos decía: ¿”Qué vas a querer para tu cumpleaños? Para que vayas pensando…”
Qué
decir para el cumple de su primer nieto, le mandó hacer pasteles enormes,
aunque solo éramos siete. El último fue de Elmo. Y por supuesto, acompañado de
una bolsa enorme llena de juguetes.
Cómo es la vida, un día estás, otro no, un día con salud, otro en el hospital, un día de angustia y otro de felicidad…
Ocho semanas antes de su partida, con Rafis. |
nuestros años se esfuman como un suspiro.
Sal. 90.9b.
…Ya
le platicaremos a Rafis cómo le gustaba al abuelo celebrar la vida de sus hijos
y nietos, y ya parece que lo escucho estallar con su risa cuando lo haga...
Lejos está lo que fue; y
lo muy profundo, ¿quién lo hallará?
Ec. 7.24.
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