Continuando con nuestro estudio sobre
el lenguaje, hoy revisaremos la palabra
sabia, según Prov. 31:26 que dice:
26 Abre su boca con sabiduría, Y la ley de
clemencia está en su lengua.
Desde el A.T. la sabiduría es el
dominio del arte de vivir en conformidad con las expectativas divinas. “Un
sabio, se distingue porque su estilo de vida proyecta el temor de dios y la
bendición del señor reposa sobre él”.
En Ec.
10:12 y 8:1 dice que las palabras del sabio son llenas de gracia y que la
sabiduría ilumina el rostro del hombre.
Ec. 10:12.-Las palabras de la boca del
sabio son llenas de gracia,
mas los labios del necio causan su
propia ruina.
Ec. 8:1.- ¿Quién
como el sabio? ¿y quién como el que sabe la declaración
de las cosas? La sabiduría del hombre
ilumina su rostro, y
la tosquedad de su semblante se mudará.
¿Qué
necesitamos para ser sabias? Simplemente pedírselo a Dios y será dada esta
cualidad sin reproche y no solo eso, también abundantemente.
Pero si le agradas a Dios, El te la otorgará sin que tú se la solicites. Estas
promesas se encuentran en las siguientes citas:
St. 1:5-7.- 5 Y si alguno de vosotros tiene falta de
sabiduría, pídala a Dios, el cual da a todos abundantemente y sin reproche, y
le será dada.
6 Pero pida con fe, no dudando nada;
porque el que duda es semejante a la onda del mar, que es arrastrada por el
viento y echada de una parte a otra.
7 No piense, pues, quien tal haga, que
recibirá cosa alguna del Señor.
Ec. 2.26.- Porque
al hombre que le agrada, Dios le da sabiduría, ciencia y gozo; mas al pecador
da el trabajo de recoger y amontonar, para darlo al que agrada a Dios.
Veamos ahora las distinciones entre la
sabiduría del mundo y la de lo alto.
St. 3:13-17.- 13
¿Quién
es sabio y entendido entre vosotros? Muestre por la buena conducta sus obras en
sabia mansedumbre. 14 Pero si tenéis celos amargos y
contención en vuestro corazón, no os jactéis, ni mintáis contra la verdad;
15 porque esta sabiduría no es la que
desciende de lo alto, sino terrenal, animal, diabólica.
16 Porque donde hay celos y contención,
allí hay perturbación y toda obra perversa. 17
Pero
la sabiduría que es de lo alto es
primeramente pura, después pacífica, amable, benigna, llena de misericordia y
de buenos frutos, sin incertidumbre ni hipocresía.
18 Y el fruto de justicia se siembra en
paz para aquellos que hacen la paz.
Así como podemos identificar un árbol
por el tipo de fruto que produce, también puede evaluar su propia sabiduría por la forma en que actúa. “¿Está usted
tentado a agrandar el conflicto,
hacer correr el chisme o echar leña
al fuego de la discordia? Las
conversaciones agradables, así como las palabras prudentes y amorosas, son
semillas de paz”.
La sabiduría también implica el arte de
no perdernos la oportunidad de quedarnos callados.
El estar en silencio es más difícil que hablar ¡requiere esfuerzo físico y
dominio propio!
Prov. 10.19.- En
las muchas palabras no falta pecado;
Mas el que refrena sus labios es
prudente.
Antes de hablar estaría bien pensar si
vale la pena que lo que voy a decir sea difundido, si será de bendición o
edificación (esto es súper-importante y me ha resultado muy útil).
Prov. 15.28.- El
corazón del justo piensa para
responder;
Mas la boca de los impíos derrama malas cosas.
Prov. 17:27, 28.-27 El
que ahorra sus palabras tiene
sabiduría;
De espíritu prudente es el hombre
entendido.
28Aun el necio, cuando calla, es contado por sabio;
El que cierra sus labios es entendido.
Es válido decir a las personas que no
puedes responder en ese momento porque no sabes qué responder.
Nuestro silencio puede ser un ministerio para los demás, ¿no solemos estar
más a gusto con quien nos escucha, que al lado de quienes monopolizan la
conversación y solo descansan para agarrar aire y continuar? Los buenos
escuchadores serán personas más solicitadas que los que hablan mucho.
Desarrollemos esta virtud porque hay
muchas personas débiles y solitarias que solo necesitan un oído atento, sin que
les digas nada más que mostrar tu disposición.
La clemencia
es la quinta característica de
la lengua dulce.
Prov. 31:26 b.- 26
Abre
su boca con sabiduría, Y la ley de clemencia está en su lengua.
En el diccionario Larousse se define
como virtud de perdonar o moderar el rigor.
En el original, viene de la raíz kjasád,
que es agachar el cuello, conceder, apiadar, inclinarse en bondad hacia un
inferior, consolar, ser misericordioso y agradecido.
Se podría resumir este concepto de
clemencia en ceder ante los errores o imperfecciones de los demás por amor.
Por tanto no es extraño que en los
siguientes versículos leamos:
Prov. 31.28.- Se
levantan sus hijos y la llaman bienaventurada;
Y su marido también la alaba.
Con la amabilidad ocurre como con la
mayoría de las cosas buenas: comienza en el hogar.
Muchos, si no todos los problemas
familiares, pueden ser solucionados o por lo menos suavizados, con una lengua
amable. Un poco de amabilidad puede hacer mucho cuando tu marido viene a casa
del trabajo cansado e irritable, o cuando tu hijo viene disgustado de la
universidad, y es que la lengua clemente vence muchos problemas de expresión.
Prov. 15:1.-
La blanda respuesta quita la ira;
Mas la palabra áspera hace subir el
furor.
1 P. 3.8, 9.- 8 Finalmente,
sed todos de un mismo sentir, compasivos, amándoos fraternalmente,
misericordiosos, amigables; 9 no devolviendo mal por mal, ni
maldición por maldición, sino por el contrario, bendiciendo, sabiendo
que fuisteis llamados para que heredaseis
bendición.
Necesitamos un poco de amor para
controlar nuestra lengua, especialmente cuando con quien hablamos no es amable
con nosotros. Es fácil ser amables cuando los demás son amables con nosotros.
Pero la verdadera prueba viene cuando
somos provocados a airarnos.
Ante estas características de la lengua
que expresa palabra limpia, buena, agradecida, sabia y clemente ¿Cómo hablamos,
endulzamos la vida con nuestra voz o amargamos a los que nos escuchan?
Si alguien te hubiera propuesto pagarte
durante un año $200, por cada palabra amable dicha por ti a otros ¿cuánto
dinero habrías ganado?
La próxima semana terminaremos el
tema con algunos puntos prácticos para tener palabras dulces agradables a Dios.
¡Te
espero!
Por Jéssica Jiménez de Beltrán.
Escrito para el Blog El Viaje de Una Mujer.
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